martes, 2 de mayo de 2017

Políticas de inclusión en Paraguay.


Salud Pública en Paraguay.


Juntos por la educación.


La Gestión Pública que merecemos los paraguayos.

Los problemas más graves que afectan al Paraguay, según la percepción de la gente, son: la corrupción, la inseguridad, la impunidad, el desapego a las leyes, la improductividad y la carencia de liderazgos. En la opinión de la gente, el Gobierno es el principal culpable de esta situación.
Probablemente la gente tenga razón: todo parece indicar que el Gobierno es parte del problema y no parte de la solución. La institución del Gobierno como tal no ha generado la confianza como para liderar el proceso de transformación cultural que necesita nuestro país para enfrentar su propia crisis.
El Gobierno es visto como el instrumento más visible de la co­rrupción, de la inseguridad-reflejado en la complicidad de elementos de las fuerzas policiales con el crimen organizado- y de la ineficacia para la solución de los problemas de la gente. El Gobierno es, para la gente, el "enemigo" y no el aliado para resolver sus problemas.
Las aduanas, los ministros del Poder Ejecutivo y los funcionarios públicos lideran el ranking de percepción de corrupción; solo la In­dustria Nacional del Cemento malgastó 10 mil millones de guaraníes en dietas y gratificaciones entre 1999 y 2000, según un informe de la Contraloría General de la República. Necesitamos transformar el Go­bierno y para ello debemos repensar el Gobierno y reinventar la gestión pública para ejercer una administración pública eficaz, transparente, moderna y cercana a la ciudadanía.
El Paraguay necesita una Administración creíble, un gobierno que ofrezca soluciones y garantías a los ciudadanos, que inspire con­fianza, que sea eficiente y que no sea excesivamente caro para los con­tribuyentes. Necesitamos un gobierno que funcione mejor y cueste me­nos, como lo definiera el ex vicepresidente norteamericano Al Gore en un documento que acompañó el Informe de Revisión Nacional de Re­sultados de la Administración Pública al inicio del primer período del presidente Clinton .
Para repensar el Gobierno y reinventar la gestión pública en nuestro país es necesaria una agenda con medidas, acciones e iniciati­vas de corto, mediano y largo plazo que permita gastar menos, producir más y mejores resultados y orientar las acciones del Estado hacia la solución de los problemas del ciudadano. Debemos iniciar el proceso de reinvención de la gestión pública, antes que envolvernos en la discusión del rol del Estado que, conforme a la experiencia en nuestro país, nos ha conducido a una pérdida de tiempo, no nos permitió desarrollar la capacidad para el cambio y nos situó en el statu quo de la inacción con respecto a los impostergables procesos de modernización que requieren con urgencia las instituciones públicas en Paraguay. Además, cada Go­bierno que asume la administración tiene su propia visión filosófica del rol del Estado.
El debate que se sostiene con respecto al rol del Estado conlleva largas e interminables discusiones que hacen perder la noción de la inmediatez para emprender estrategias que busquen mejorar la ges­tión pública.
En este marco, lo que se pretende es reinventar la manera de organizar, planificar, dirigir, ejecutar y controlar las políticas de Esta­do.
La transformación y la modernización de la gestión pública se basan fundamentalmente en la visión y en la misión de servir al ciu­dadano maximizando los resultados de su gestión, minimizando sus costes y rindiendo cuentas al público por los actos de gobierno. El Gobierno debe buscar el mayor beneficio para el ciudadano al menor costo posible.
La misión entonces estará orientada, en primer lugar, a recupe­rar la credibilidad en la institución del Gobierno y, en especial, en la Administración Pública. Para ello debería incluir en los objetivos y prio­ridades la lucha contra el fraude, la corrupción pública y privada, la malversación y mal utilización de recursos fiscales, y todo tipo de abuso gubernamental. Sólo de esta manera estaremos en condiciones de lle­var adelante reformas serias y sustentables.
Según Gary Roberts , uno de los indicadores fundamentales de la salud de una democracia es el grado de confianza que el público tiene en la honestidad, integridad, imparcialidad y competencia de los fun­cionarios públicos.

En segundo lugar, la misión del Gobierno debe centrarse en ge­nerar condiciones económicas y sociales que ofrezcan un bienestar mí­nimo al ciudadano. Buscar soluciones creativas e innovadoras a los vie­jos problemas de la gente es el desafío en el siglo XXI. Este desafío requiere de la Administración Pública un sistema de recursos humanos que funcione con las personas adecuadas, en los lugares adecuados y en el momento adecuado.